jueves, 6 de octubre de 2011

¿Cómo Oramos?

Todo hijo conversa con su padre. Jesús, por supuesto, hablaba con su Padre. Y como la visión que él tenía de Dios era nueva, su forma de orar tenía que ser también en cierto sentido nueva. La forma en que Jesús oró dependió en todo de su fe y de su experiencia de Dios. Así nos pasa a todos.
 
1. LA ORACIÓN DE JESÚS
 
Jesús y sus discípulos pertenecían a un pueblo que sabía orar. Su herencia litúrgica era muy rica. A pesar de ello, en tiempos de Jesús la oración en muchos casos se había vuelto bastante formularia y estaba dirigida a un Dios lejano, exigente y alejado de los problemas corrientes de la gente. En este mundo hace su entrada Jesús con una nueva manera de orar.
Veamos la oración de Jesús distinguiendo tres niveles: la oración litúrgica normal de todo judío piadoso, su oración personal en momentos de importancia y ciertas oraciones especiales que concentran lo más profundo de su vida.
a) La oración litúrgica ordinaria
Jesús tomaba parte normalmente en el culto sabático y oraba junto con la comunidad (Lc 4,16).
Por sus palabras se nota que conocía bien las Escrituras y las oraciones usadas en su época. En su predicación con frecuencia usaba frases inspiradas en ellas.
La oración de la mesa, antes y después de comer, parece cosa normal para él (Mt 14,19; 15,36; 26,26-27). Seguramente no hubo día en su vida en el que no observara los tres ratos de oración, según lo mandaban las costumbres piadosas de la época.
Varias veces le vemos participar en las romerías religiosas.
Sin duda alguna él participaba en la oración de su pueblo, pero, como vemos en el siguiente apartado, supo también denunciar y corregir todo tipo de falsificación de la oración.
b) La oración personal
Jesús no se contentó con la herencia litúrgica: su oración rompe los moldes de las costumbres piadosas de su época.
Toda la vida de Jesús se realiza en un clima de oración. Su vida pública comienza con una oración en el bautismo (Lc 3,21) y un largo retiro de oración en soledad (Mt 4,1-11). Y termina también con una oración (Mt 27,46; Mc 15,34; Lc 23,46).
Jesús aparece orando en los momentos de decisiones históricas importantes, como al elegir a los doce (Lc 6,12-13), al enseñar el padrenuestro (Lc 11,1), antes de curar al niño epiléptico (Mc 9,29). Ora por personas concretas, por Pedro (Lc 22,32), por los niños (Mc 10,16), por los verdugos (Lc 23,34).
A veces se retiraba de su actividad pública para dedicar largos ratos para conversar con su Padre. Para ello se le ve irse a un huerto apartado o a un descampado. Allá pasa horas enteras (Mc 1,35; 6,46; 14,32). E incluso noches enteras (Lc 6,12) "El acostumbraba retirarse a lugares despoblados para orar" (Lc 5,16).
Jesús no se apartaba de la costumbre ambiental solamente en lo referente a la frecuencia y a la longitud de sus ratos de oración. Las oraciones oficiales de su época se rezaban en hebreo, idioma que no entendía la gente sencilla. El rezaba en arameo, la lengua del pueblo, como nuestro guaraní. Ya vimos cómo se dirigía a Dios con la palabra familiar "Abbá". Y su oración típica, el padrenuestro, se la entrega a la comunidad en su lengua materna, el arameo. Con eso, Jesús saca a la oración del círculo exclusivo de la liturgia sagrada, y la pone en medio de la vida.
c) Oraciones en momentos decisivos
Pocas veces se nos habla en los Evangelios del contenido de la oración de Jesús. Pero hay dos casos especiales en los que nos vamos a fijar, la oración de acción de gracias y la oración del huerto, pues reflejan dos momentos importantes en su existencia.
En el capítulo IV ya hablamos de su oración de acción de gracias al Padre por haber revelado la Buena Nueva "a la gente sencilla" (Mt 11,25-26). Jesús termina diciendo: "Sí, Padre, bendito seas, por haberte parecido eso bien". Se trata de una oración expresada por Jesús en un momento decisivo de su actividad. Según las apreciaciones humanas, la predicación de Jesús estaba fracasando, ya que las personas influyentes de su país habían rechazado abiertamente su mensaje, y únicamente lo seguía un grupo de personas sin importancia. Y en estas circunstancias de fracaso humano, Jesús se regocija y da gracias porque el misterio del Padre ha sido entendido solamente por la gente sencilla, y los "sabios" en cambio siguen sin ver. Se ha hecho posible lo que parecía imposible: han comprendido sólo los que parecía que no podían entender. Así lo ha dispuesto la voluntad del Padre, bueno y clemente. Y al darse cuenta de ello, Jesús se alegra y da gracias, aceptando y alabando este designio del Padre, como algo inesperado y maravilloso.
La segunda oración a la que nos referimos es la del huerto:
"Adelantándose un poco, cayó a tierra, pidiendo que si fuera posible se alejara de él aquella hora. Decía: ¡Abbá! ¡Papá!, todo es posible para ti, aparta de mí este trago, pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieras tú" (Mc 14,36).
Es un momento serio de crisis, pues siente amenazado el sentido de la totalidad de su vida. Y en este momento decisivo, Jesús va a la oración. Así sucedió ya en las tentaciones del desierto (Lc 4,1-13), que no son otra cosa que un diálogo con el Padre sobre la esencia última de su misión y el modo de llevarla a cabo. Y vuelve a aparecer en la oración de Jesús en la cruz (Mt 27,46; Lc 23,46). Siempre que el sentido de su vida se ve amenazado, Jesús se pone en oración delante de su Padre.
La oración del huerto recoge la crisis de Jesús a lo largo de toda su vida. Jesús quisiera rehuir esa muerte que es consecuencia histórica de su vida. Pero por medio de la oración triunfa su decisión de ser fiel a la voluntad del Padre hasta las últimas consecuencias. A pesar de su intenso dolor sigue viva en él la confianza en su Abbá, en ese Padre que exige su muerte. En los momentos más difíciles de su vida Jesús busca la voluntad del Padre y confía en él, por más dura que sea su voluntad. Así como antes Jesús recogió en la oración la totalidad de su vida, expresada en un "gracias", ahora en una nueva crisis la recoge en un "hágase tu voluntad".
Resumiendo, podemos decir que la oración de Jesús es la expresión del "más" que va surgiendo en su propia historia. Ese "más" va apareciendo en la búsqueda de la voluntad de Dios, en la alegría de que llegue el Reino, en la aceptación fiel hasta el final de la voluntad de Dios y en la confianza incondicional hacia el Padre.
Para Jesús oración no es sin más "ponerse en contacto con Dios", sino ponerse ante un Dios bien determinado, que une íntimamente bondad y exigencia. Lo fundamental de su oración depende de quién era para él realmente el Padre. Ahí está lo más original de su oración.
El Dios de Jesús es un Dios de amor, y por ello el lugar central de la oración de Jesús es la praxis del amor; ahí él oye la voluntad de su Padre y la practica.
El contenido profundo de la oración de Jesús es muy simple: es mostrar la aceptación de la voluntad de Dios sobre el Reino y sobre su propia persona, y mostrar la alegría y el agradecimiento de que el Reino se extienda. Este contenido expresa la experiencia de sentido último de Jesús: que Dios se va haciendo presente en la historia a través del amor.
 
2. LAS ENSEÑANZAS DE JESÚS SOBRE LA ORACIÓN
 
Al modelo ofrecido por él mismo, Jesús añade especiales instrucciones acerca de la oración.
Jesús invita a sus seguidores a orar con frecuencia, y en concreto les exhorta a que hagan oraciones de súplica: "Pidan y se les dará" (Mt 7,7). "Pidan y recibirán" (Jn 16,24). "Lo que pidan al Padre, alegando mi nombre, él se lo dará" (Jn 15,16;14,13).
Insiste Jesús, con comparaciones tajantes, que siempre el Padre del cielo "dará cosas buenas al que se las pida" (Mt 7,11). "Cualquier cosa que pidan en su oración crean que ya lo han recibido y lo obtendrán" (Mc 11,24).
El deseo del Padre Dios de ayudarnos es muy superior al de un padre terreno (Mt 7,8-10) o al de cualquier amigo (Lc 11,5-13).
Nuestra petición fundamental al Padre Dios sólo puede ser un: "Hágase tu voluntad" (Mt 6,10). Y esta voluntad ha de concentrarse en la vivencia de los valores del Reino.
Las cosas buenas que Dios promete son ante todo el Espíritu Santo (Lc 6,13). Es "la alegría completa" (Jn 16,24) de poder vivir siguiendo las huellas que él dejó en este mundo: "Quien cree en mí hará obras como las mías" (Jn 14,12). Para ello la única condición es la fe en él (Mt 17,19-21), fe que es capaz de remover todo obstáculo que impida su seguimiento.
Jesús, pues exhortó a sus discípulos a orar, pidiendo los dones del Reino, con la seguridad de ser siempre escuchados. Este tema en su predicación es sencillo y claro.
Pero hay un segundo tema, más difícil de entender vivencialmente, que es el de las enseñanzas de Jesús sobre cómo debe ser la oración. Con estas enseñanzas Jesús quiere alertarnos sobre los peligros y desviaciones de una oración mal entendida. Para ello pone Jesús como telón de fondo su denuncia contra ciertas formas de oración que se realizaban en su tiempo. Jesús las desenmascara porque cada una de ellas se apoya en una idea falsa sobre Dios. Veamos en concreto estas enseñanzas:
a) "Cuando recen, no sean palabreros como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán más caso. No sean como ellos, que su Padre sabe lo que les hace falta antes que se lo pidan" (Mt 6,7-8).
Detrás de las oraciones largas y pesadas se halla la idea de que Dios sólo nos atiende si le acosamos con multitud de invocaciones y palabras, como si fuera alguien displicente y distraído, a quien no le interesan nuestros problemas. Pero el Padre de Jesús no es así. La fe en su amor nos libra de la necesidad de la palabrería, pues él sabe ya lo que nos hace falta y siempre está dispuesto a ayudarnos. De lo que se trata en la oración es de encontrar aquello que el Padre ya sabe. Eso es lo que hay que pedir que se nos vaya revelando y concediendo.
b) "Cuando recen, no hagan como los hipócritas, que son amigos de rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas, para exhibirse ante la gente. Con ello ya han cobrado su recompensa, se lo aseguro. Tú, en cambio, cuando quieras rezar, entra en tu cuarto, echa la llave y rézale a tu Padre que está escondido; y tu Padre, que mira escondido, te recompensará" (Mt 6,5-6).
La oración es una cosa demasiado seria para hacerla objeto de exhibición. Esta actitud que Jesús critica no es oración, pues lo único que buscan estos hipócritas es que la gente los vea; buscan tener buena fama presentándose ante los demás como gente piadosa, pero sin preocuparse de una actitud auténtica de sinceridad y conversión ante Dios. Pretenden manejar a Dios en provecho de una falsa reputación. Y Dios no es así; él no se presta a estos manejos. El escucha en la sinceridad de la soledad a todo el que derrama en su presencia la sencillez de su vida.
c) Un caso parecido, pero más grave, es el del fariseo que subió al templo a orar. En esta oración no sólo buscaba una buena fama; la oración, además, para él era motivo de orgullo y, por consiguiente, de desprecio hacia los que no eran tan buenos como él. Jesús dedica la parábola "a algunos que, pensando estar a bien con Dios, se sentían seguros de sí y despreciaban a los demás" (Lc 18,9). El fariseo lo único que busca es afirmarse en el buen concepto que él tiene de sí mismo; no le importa para nada lo que Dios pueda querer de él; ni siquiera siente necesidad de su ayuda. Jesús lo condena porque su Padre no es de los que fomentan falsos orgullos, ni autoengaños; menos aún, desprecios hacia nadie. En cambio alaba al publicano porque él sí se sentía pequeño ante Dios y sumamente necesitado de su ayuda.
d) "Cuidado con los letrados..., esos que se comen los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos" (Mc 12,38.40).
Si antes Jesús criticó la separación entre oración y vida, ahora alerta contra la falsa oración que sirve de pretexto para oprimir a alguien. El presupuesto de la condena es la opresión de las viudas, símbolo bíblico de todo desamparado y oprimido. La oración en estos casos se degenera convirtiéndola en mercancía, en mecanismo de opresión. Ello encierra una gravísima ofensa al Padre Dios, pues en su nombre se aplasta precisamente a los predilectos de Dios. La oración que debiera servir para acercarse y encontrar a Dios, se convierte en camino para alejarse y ofender a Dios. Y ofende gravemente a Dios porque en el fondo se cree que Dios es patrón cruel, opresor él también de los débiles. Esta concepción de Dios no podía menos que enojar seriamente el corazón sensible de Jesús. De ahí su dura reacción ante los mercaderes del templo, porque la casa de su Padre (Jn 2,16), que debiera ser "casa de oración", la habían convertido en "cueva de bandidos" (Mt 21,13).
e) "No basta andar diciéndome: ¡Señor, Señor! para entrar en el Reino de Dios; hay que poner por obra la voluntad de mi Padre del cielo" (Mt 7,21).
Jesús, siguiendo la línea de los grandes profetas, critica en este texto y en los versículos que siguen, la oración que no va acompañada de deseo sincero de cumplir la voluntad del Padre. Hay algunos que rezan, que hablan en nombre de Jesús, y hasta hacen "milagros", pero "practican la maldad", y por ello les dice Jesús que "nunca los ha conocido" (Mt 7,22-23). Son los "necios que edificaron su casa sobre arena" (Mt 7,26-27). Dios no es ningún tontito al que se pueda engañar con rezos. El sabe muy bien cuándo nuestra oración es sólo un tranquilizante de conciencia para no hacer nada, y cuándo la oración encierra un sincero deseo de llevar a la práctica la voluntad del Padre.
f) Terminemos estas enseñanzas de Jesús destacando una condición previa que él pone para que pueda ser escuchada por Dios una oración. Se trata del perdón de las ofensas. El estar dispuesto a perdonar a los hermanos es condición imprescindible para que nos escuche el Padre de todos. Toda oración supone la súplica del perdón de Dios; pero dice Jesús que Dios no perdona si uno mismo no está dispuesto a perdonar (Mc 11,25; Mt 6,14-15; 18,35).
El que ha pecado contra su hermano, antes de presentarse ante Dios, debe pedirle perdón al hermano (Mt 5,23-24). Jesús nos enseñó en el padrenuestro a reconocerlo así ante Dios (Mt 6,12). Y ordenó además que esta prontitud y buena voluntad para perdonar no ha de tener límites; debe llegar incluso al enemigo (Mt 5,44; Lc 6,28). Según Jesús, el camino hacia Dios pasa necesariamente por la reconciliación entre hermanos. Si no fuera así, estaríamos negando la paternidad universal de Dios.
 
3. ORIGINALIDAD DE LA ORACIÓN CRISTIANA
 
La fe que Jesús tenía en el Padre le llevaba a estar en constante comunicación con él, buscando siempre conocer y cumplir su voluntad. Ello lo hacía con una total familiaridad y confianza en él.
Esta actitud de Jesús es el modelo a seguir para todo el que tenga fe en él.
El cristianismo no se distingue de las otras religiones porque tenga un objeto distinto (los cristianos adoran a Cristo, mientras que los judíos adoran a Yavé, los musulmanes a Alá), sino porque se basa en una forma radicalmente nueva de encuentro con Dios.
El cristiano se define por su fe en Jesucristo. Fe que no es ante todo un sistema de verdades, ni un conjunto de prácticas religiosas con las que se intenta influir en la divinidad. La fe cristiana es la aceptación sin condiciones de Cristo Jesús como norma decisiva de la propia existencia. Cree en Cristo la persona que se decide seriamente a vivir la vida de Cristo. Creer es vivir y hacer el Evangelio de Cristo en el mundo de hoy y para los hombres de hoy. Sin evasiones, ni componendas. "El que quiera servirme, que me siga, y allí donde esté yo, estará también mi servidor" (Jn 12,26).
Ante este supuesto, podemos ya entender en qué está la originalidad de la oración cristiana, y las consecuencias que se derivan de ello respecto a la relación que debe haber entre oración y vida.
La experiencia de la oración cristiana se diferencia radicalmente de cualquier otra experiencia de oración por dos motivos fundamentales. En primer lugar porque no se trata solamente de una búsqueda natural del hombre hacia lo divino, sino de la revelación de que es el mismo Dios el que toma la iniciativa y busca relacionarse con nosotros. En segundo lugar, y ante todo, se trata de una relación personal con Jesucristo. No hay oración cristiana si no hay un trato directo con Cristo. La oración cristiana no se puede quedar sólo en una bella contemplación histórica o afectiva de una escena evangélica, o en una linda celebración litúrgica, ni siquiera en una meditación de las verdades cristianas.
La oración no es verdaderamente cristiana, sino cuando el cristiano sale de ella con una fe, una esperanza y una caridad más intensas, es decir, decidido a vivir más sinceramente como hijo de Dios, con Cristo Jesús. Este contacto con Jesús y esta decisión distingue a la oración cristiana de toda otra oración, pagana o de cualquier otra religión.
Respecto a la relación que debe haber entre oración cristiana y vida: nuestra oración de creyentes en Jesús se distingue de cualquier otra forma de experiencia religiosa porque es inseparable de nuestra actitud de servicio a los demás. Si no hay una orientación de toda la vida, sea como sea, hacia los demás, la oración cristiana es sencillamente imposible.
Esto no quiere decir que a Dios se le encuentre solamente en el prójimo, en los pobres, en el servicio incondicional a los demás. Esta es la consecuencia, el sello, de la auténtica oración cristiana. Pero la oración no es la caridad. Ella conserva siempre su carácter específico de vivencia directa e inmediata de diálogo ante el Señor Jesús en una cierta soledad. O sea, que la oración cristiana no es la vida, pero no puede entenderse separada de la vida. Las enseñanzas de Jesús de las que hablábamos en el apartado anterior dejan en su sitio este punto.
La oración cristiana siempre se dirige a Jesucristo, o a su Padre por medio de él y en su nombre (Jn 14,13-16). En ningún pasaje de la Biblia se encontrará ni un solo texto en el que el orador se dirija a alguien que no sea el Padre Dios o su Hijo Jesús. La oración tiene siempre una dimensión necesariamente vertical.
San Pablo hace una distinción importante, que ayuda a aclarar las tensiones que a veces tenemos entre oración y acción. El distingue entre Cristo, el Señor, y el cuerpo de Cristo (1 Cor 12,12.27; Rom 12,5, etc.). Cristo que es la cabeza del cuerpo, es distinto del cuerpo, aunque tiene una influencia decisiva sobre él (Col 1,18; 2,10.19; Ef 1,23; 4,15; 5,23).
Jesús no es una realidad difusa, más o menos diluida en los creyentes. El Señor conserva su personalidad, su distinción y su puesto distinto. Pues bien, la oración, o sea, esta actitud de adhesión personal no se dirige nunca al "Cuerpo", "que es la Iglesia" (Ef 1,23), por la que Pablo pide, se sacrifica y trabaja. Esto quiere decir que donación de servicio a los otros y oración no son la misma realidad. La oración conserva siempre su autonomía y su forma de ser bien definida; y no se la puede diluir confundiéndola, más o menos sutilmente, con los servicios que debe prestar todo cristiano.
Pero siendo distintos, oración y servicios, el único criterio válidamente definitivo para medir la autenticidad de nuestra oración es precisamente la actitud que tomamos ante los demás: "Si nos amamos mutuamente, Dios está con nosotros... y esta prueba tenemos de que estamos con él" (1Jn 4,12-13). "Como cristianos... lo que vale es una fe que se traduce en amor" (Gál 5,6). Esta es la norma para no engañarnos a la hora de valorar la autenticidad de nuestra oración. Si en realidad nos encontramos con Cristo, la Cabeza, necesariamente, como consecuencia lógica, nos encontramos con su "cuerpo": todo prójimo necesitado de nuestros servicios. Todo aprendizaje de verdadera oración cristiana ha de acabar descubriendo a Dios en el otro.
La verdadera oración de un cristiano lo lleva necesariamente hacia los demás. Pero no es posible el amor de hermanos al estilo de Jesús si no se da primero la experiencia del encuentro personal con Dios, el Padre. La existencia cristiana, que es existencia para los otros, se fragua solamente en la experiencia de Dios a través de Cristo Jesús. Esta es la expresión última más original de la oración cristiana.

Palabra Comprometida

Mateo 5: 33-37 dice: 33 También han oído ustedes que se dijo a los antepasados: 'No dejes de cumplir lo que hayas ofrecido al Señor bajo juramento'. 34 Pero yo les digo que no juren por ninguna razón. No juren por el cilo, porque es el trono de Dios; 35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. 36 Ni juren ustedes tampoco por su propia cabeza, porque no pueden hacer blanco ni negro ni un solo cabello. 37 Si dicen 'si', que sea sí, si dicen 'no', que sea no, pues lo que se aparta de esto, es malo.
¿Qué nos quiere decir Jesús con estas palabras? Es simple, en general nos quiere decir que nuestras expresiones no deben ser falsas nuncas, para que así podamos ser creídos sin necesidad de asegurar por nada o jurar, sino que cuando digamos un si o un no, sera aceptado como una realidad, mas no como una afirmación o negación dudosa, es decir, por descubrir. No debemos de jurar por nada en el mundo, ni por nosotros mismos siquiera ya que es malo, y para Jesucristo que algo sea llamado malo directamente es algo repudiable y con alto precio de condena.
Actualmente, en nuestra sociedad y nuestro entorno, encontramos que para que una persona sea creída por las demás debe demostrar unap rueba fehaciente o jurar por algo sagrado como Dios o sus padres, sin embargo, Dios nos ordena dar simplemente un si o no para nuestras declaraciones.

Deja de Vivir Triste, Ansioso y Preocupado

En Mateo, capítulo 6 del verso 25 al 34, Jesús nos dice que dejemos de preocuparnos y vivir tristes o ansiosos, por nuestra subsistencia en la tierra, sobre lo que vamos a comer o lo que vamos a vestir, ya que Dios se encargará de todo ello. Así como él les da comida a las aves y a las plantas que son simples criaturas a las que no les guarda ningún tipo de relación, nos dará en más cantidad la vestimenta y el alimento a nosotros ya que somos considerados hijos directos de Dios.
Él solo quiere que lo sirvamos de tiempo completo y de todo corazón, y ya no vivamos con las angustias del mundo en el que vivimos, ya que nos menciona que aquellas angustias son solo para los hombres paganos y no para nosotros, sirvientes fieles de él.
Nos hace una interesante pregunta: -¿No vale más la vida que la comida o el cuerpo que la ropa?-; y de manera muy lógica y carismática nos da una frase muy filosófica y de gran valor: -No se preocupen por el día de mañana, porque mañana habrá tiempo para preocuparse . Cada día tiene bastante con sus propios problemas.-.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Jesús y la verdadera propuesta de ser iglesia

Si nosotros nos remontamos un poco a los orígenes de la Biblia, veremos que en ella en realidad existen mas de los libros que actualmente conocemos, la Biblia fue escogida y revisada por muchos líderes y soberanos religiosos de la antigüedad, sin embargo, ¿por qué existen libros escondidos secretamente por el Vaticano?. Empezaremos desde Constantino, cuando el revisó la Biblia junto a muchos estudiosos de aquella época, determinó de acuerdo a so conveniencia qué libros iban a estar dentro de ella y qué libros no. Entonces, porque no pensar que la iglesia actual quiere hacer lo mismo; si nosotros nos ponemos a pensar en qué cosas hizo la ¨iglesia¨ desde la antigüedad, encontraremos que muchas de ellas eran estafas para engañar a la gente y lucrarse ellos de dinero, de posesiones y beneficios de adquisición de poder en el mundo hasta la actualidad. Sin que nos demos cuenta, la iglesia ha acaparado para sí muchas riquezas, cosa que Jesús cuando estaba en la tierra no aprobaba, entonces porque esta organización lo hace. Por ejemplo, cuando San Francisco de Asís se dio cuenta de todas las irregularidades que se cometían, prefirió mudarse a una cueva en las montañas donde vivió hasta morir ya que su pensamiento era de que Jesús nunca se sentó en tronos de oro o vestía seda fina ni nada, mas bien que era humilde cuando con su poder podía hacer todas esas cosas. En el año 1945, se encontraron unos pergaminos en Nag Hamadi, escritos en arameo (idioma oficial de Jesús) en la que se explica que las palabras escritas en ese texto son las mismas palabras que dijo Jesús mientras predicaba, a estos pergaminos se les llamó ¨Los máximos secretos del Jesús Viviente¨, aquí explica toda la mafia que se vivía en aquella época sobre las mentiras que se daban para ganar interés  y dinero para los grandes líderes de las iglesias; también dice estas palabras: ¨La iglesia no es una construcción grande y costosa en madera, mas bien es lo que nosotros llevamos dentro de nosotros y el interés que tenemos de alabar a Dios y de servirlo…¨, analicemos estos escritos, si estas fueron las palabras de Jesús, entonces toda la ¨iglesia¨ que conocemos nosotros desde tiempos incalculables, serían una simple treta para ganar intereses. El Vaticano al enterarse de estos escritos, los llevó a Turín donde traductores y ellos tenían partes separadas del pergamino total, para que así no sepan en realidad todo lo que quiere decir este escrito, en el 2005 se produjo un escándalo por estos pergaminos y lo único que dijeron ellos fue que eran escritos irrelevantes y fueron catalogados de apócrifos y falsos. Sin embargo se encontró una parte de la traducción de estos documentos en Brasil y las autoridades católicas se lo llevaron y dijeron que ya no se hablaría más del tema. En estas escrituras o en la parte que se logro sacar al aire se dan frases claves para destruir al catolicismo, entonces es por eso que ellos no quieren manifestarlo aunque tal vez muy en el fondo todos ellos saben que la supuesta iglesia¨ es una simple trampa para hacernos sumisos a sus ordenes y manejarnos.¨

Las enseñanzas de Jesús en la tierra y el significado logico de Dios

Dios nos ha creado con un propósito: que lo glorificáramos. Sin embargo, todos nos hemos rebelado en contra de ÉL y por eso merecemos la muerte eterna. Por nuestros propios medios es imposible librarnos de este castigo y por lo tanto Dios mismo mandó a Su Hijo Jesús a vivir una vida justa y sin embargo a sufrir el castigo que nosotros merecíamos. Si quisiéramos que la perfecta justicia de Jesús se nos acredite a nosotros y la paga de nuestra rebeldía se le acredite a ÉL debemos de arrepentirnos de nuestros pecados y creer en Cristo Jesús para nuestra salvación.
Yo creo que cuando Jesús estuvo en la tierra quiso que las personas se amen unos otros y amen a Dios, él era el único que pensaba entre ellos ya que respondía con facilidad y mucha razón a las preguntas de las personas y supuestos ¨Maestros de la Ley¨, ya que sus discípulos eran gente ordinaria y cualquiera podría serlo ya que ese también quiso Jesús que sea ujna enseñanza, es decir, que el hecho de ser humilde o estafador no quiere decir que somos diferentes a los ojos de Dios, siempre en cuando nos corrijamos y mejoremos nuestras actitudes, podemos ser sus seguidores.
Muchos piensan que Dios no existe pero no se dan cuneta de que en parte, Dios es un termómetro o un medidor de sufrimiento, muchos se preguntarán: ¿por qué?, y la respuesta es sencilla, simplemente es porque cuando las personas sufren más o están mas abrumadas por problemas, dificultades, preocupaciones, etc.; más se acuerdan de Dios y le ruegan. En resumen, cuando las personas claman más a Dios es decir que sufren más.

Las bienaveturanzas, mas que un sermón son un consuelo

Las solemnes bienaventuranzas marcan el inicio del Sermón de la Montaña, el primero de los sermones de Nuestro Señor en el Evangelio de San Mateo (5, 3-10). Cuatro de ellas reaparecen en una forma ligeramente diferente en el Evangelio de San Lucas (6, 22), de igual modo al comienzo de un sermón, y que discurren paralelamente a Mateo, 5-7, si no a otra versión del mismo. Y aquí se ilustran con la oposición de las cuatro maldiciones (24-26). El relato más completo y el lugar más destacado que se da a las Bienaventuranzas en San Mateo están bastante de acuerdo con el alcance y la tendencia del Primer Evangelio, en el que el carácter espiritual del reino mesiánico – la idea suprema de las Bienaventuranzas – es continuamente destacado, en agudo contraste con los prejuicios judíos. La peculiarísima forma en la que Nuestro Señor manifestó sus bienaventuranzas las convierte, quizás, en el único ejemplo de sus dichos que puede ser calificado de poético – al ser inequívocamente claro el paralelismo de pensamiento y expresión, que es la característica más notable de la poesía bíblica.
El texto de San Mateo dice lo siguiente:
Bienaventurados los pobres de espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos. (Versículo 3)
Bienaventurados los mansos: porque ellos poseerán la tierra. (Versículo 4)
Bienaventurados los que lloran: porque ellos serán consolados. (Versículo 5)
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia: porque ellos serán saciados (Versículo 6)
Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos obtendrán misericordia. (Versículo 7)
Bienaventurados los limpios de corazón: porque ellos verán a Dios. (Versículo 8)
Bienaventurados los pacíficos: porque ellos serán llamados hijos de Dios. (Versículo 9)
Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos. (Versículo 10)
Yo creo que las bienaventuranzas son los consejos y frases de consuelo que nos da Dios por medio de su hijo Jesús para que las personas que se sienten afligidas o abrumadas por demasiadas dificultades, preocupaciones o que sufren demasiado no sientan que ya están perdidos, mas bien que han ganado un espacio en el reino de felicidad que promete Dios para sus siervos que tal vez por causa de la persecución o discriminación por su creencia religiosa están sufriendo y siendo aisladas se reanimen, retomen energías y aún con más empeño alaben y prediquen el reino de Dios a aquellos que aún andan a oscuras en el mundo.

jueves, 18 de agosto de 2011

La iluminación en la Antiguedad

Gran parte de la vida en la Europa medieval transcurría en una oscuridad más o menos total. En pueblos y ciudades, las calles solo las iluminaba el resplandor que arrojaban las ventanas de las casas, y en el campo no podía verse el resplandor lejano de la ciudad más próxima reflejado en las nubes bajas, ni tampoco los puntos de luz que en la actualidad indican la presencia de una casa: la noche era oscura, y la gente rara vez abandonaba la seguridad de sus hogares, hasta el punto que ir de noche por la calle era en sí mismo algo sospechoso. No hacía falta velar por el cumplimiento de un toque de queda, porque poco podía inducir a violarlo.
Pero siempre había alguna iluminación en el interior de las casas y las cabañas, aunque solo fuese la trémula luz del hogar, además de la cual seguramente se empleaban velas, candelas de junco o candiles. Estos últimos derivaban de las lámparas en uso durante la Antigüedad clásica, y estaban formados por un recipiente con un asa o una varilla con garfio que permitía colgarlos de una anilla metálica, como las lámparas votivas que vemos en las iglesias de hoy. En el recipiente se ponían el aceite y la torcida, y a veces estaba hecho de piedra y tenía un pie, lo que le daba aspecto de cáliz. La alternativa era la vela o la candela de junco, en las que la mecha o un junco se introducían o se impregnaban en cera combustible. El aceite para los candiles solía sacarse de semillas oleaginosas, como las de linaza o de cáñamo.
Por lo general, era más fácil obtener cera de abeja o sebo para hacer velas o candelas de junco, cuyo combustible era sólido, pero podía derretirse e irse depositando en capas alrededor de la mecha gracias al calor de su propia combustión. La mayoría de candelas se hacían por inmersión, al ir sumergiendo repetidas veces el pábilo, que solía ser de lino, en una cubeta de sebo o de cera fundidos, con lo que acada inmersión se le iba agregando una capa más de grosor a la vela.
Se han conservado candeleros desde la Alta Edad Media. Acostumbraban a tener tres pies y un pincho de metal donde se clavaba la vela. El candelero de cañón apareció a finales de la Edad Media y acabó por sustituir al de pincho. Con el correr del tiempo, los candeleros se hicieron cada vez más grandes y más decorativos.
La linterna es una adaptación especial del candelero. La candela normalmente iba encajada en un mechero, dentro de un receptáculo metálico, uno de cuyos lados era de cristal o de asta para dejar pasar la luz. Las linternas pasaron a ser de uso general a partir del siglo XIII y podían colgarse en el hogar o llevarse sin peligro alguno. La linterna de la Baja Edad Media ha experimentado pocos cambios, salvo el añadido de un reflector, hasta época reciente.

La iluminación alternativa para quienes tenían que aventurarse fuera de su casa de noche era la tea, que solía ser un trozo de madera con algo de fibra enrollada e impregnada en aceite o cera. Su llama incontrolada era peligrosa, pero era de uso común. Apagar una tea no siempre era cosa fácil. Así, en el exterior de algunas casas se instalaban recipientes en los que se introducía el extremo ardiente de la tea para apagarla.